Humea
el incienso
llevando
hasta
los antepasados
las plegarias
que nunca
serán
escuchadas
porque,
en el momento
de abrir
la boca
para invocar
a uno
de esos dioses
paganos,
crueles,
viscerales,
solo acierto
a gritar
tu nombre
y esos dioses
son
por encima
de todo
celosos.
Me ahoga
el humo
y el denso
perfume
me arranca
lágrimas
hipnóticas...
algo
tiene
el incienso
que trasciende,
empuja
y eleva,
algo
que acerca
al espíritu
un poco
a sus anhelos.
Este es el lugar y este el tiempo desde los que escribo, un lugar en el que no hay gravedad que pegue los pies al suelo, en el que los sueños son posibles y solo el amor y la amistad importan. Aqui no caben la conveniencia ni el interés, aqui podemos, todos, ser felices.
Poneos cómodos, estáis en casa.
domingo, 3 de agosto de 2008
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